miércoles, 20 de mayo de 2015

Jóvenes prefieren la economía paralela antes que la formación universitaria




A pesar de que el gobierno venezolano ha venido impulsando desde el año 2010 una política de inclusión en el sector universitario, las instituciones de educación superior públicas experimentan un descenso en las matrículas de pregrado. Docentes del Instituto Pedagógico Rural Gervasio Rubio (Rubio-estado Táchira) especialistas en las áreas social, política, comunitaria y del propio entorno educativo analizan los factores externos que pudieran estar influyendo en este fenómeno social, con la finalidad de comprender esa realidad que hoy afecta a todas las universidades venezolanas.

Para la politóloga Jenny Moreno, hay una desesperanza aprendida de manera general en la población, que pudiera intervenir en las expectativas que el joven tiene sobre su futuro. En el Táchira, por ejemplo, se observa como un grupo importante de jóvenes prefieren dedicarse al bachaqueo, al contrabando de extracción de combustible y al mercado ilegal,  porque sus expectativas no se corresponden con la realidad que le ofrece el Estado venezolano. “Esta forma de vida, lamentablemente le proporciona liquidez inmediata, a corto plazo,  mientras que una carrera universitaria es una meta a largo plazo”.

Moreno considera que además de percibir dinero de forma inmediata, esa desesperanza aprendida también obedece “a que los jóvenes escuchan de  nosotros  que la educación es una de las profesiones menos remuneradas y escogen  otras carreras  asociadas a la seguridad y defensa, pero no precisamente para aplicar la ley, sino para obtener algún beneficio económico extra. La gente quiere tener dinero al otro día y prefiere vender una pimpina de gasolina para obtenerlo, pero si lo detienen no sólo va a gastar la plata  que hizo ese día, sino probablemente la que pudiera producir su familia en  un año”.

En opinión de la experta en Ciencias Políticas, en Venezuela ni siquiera  es atractivo para un profesor de cuarto nivel trabajar en la universidad por la precariedad de sus salarios. El discurso negativo, la manera fácil de obtener dinero a través del contrabando y la crisis generalizada de valores en la familia, son factores externos que según Moreno, motivan la deserción en el ámbito universitario.

Economía informal versus formación académica

 Sobre este tema el profesor Javier Tarazona indicó que ha venido estudiando el fenómeno de cómo la  escuela venezolana pierde terreno frente al narcotráfico. “El joven universitario  observa  que si se hace profesional en  cualquier área, termina ganando un sueldo pírrico frente al ingreso significativo que percibe una persona dedicada a cualquier oficio de la economía paralela llámese narcotráfico, contrabando, bachaqueo y microtráfico. Esas personas satisfacen sus necesidades en corto tiempo, mientras que  un educador no”.

Aunque reconoce que la realidad de las zonas fronterizas es compleja y la actuación del Estado venezolano es clave para la erradicación de los conflictos y la violencia, considera que a través de la educación puede fomentarse la cultura de paz para lograr la transformación que Venezuela necesita.

“La educación en y para la paz termina convirtiéndose en el camino que nos toca transitar y construir a cada uno de los ciudadanos para iniciar esa ruta de la transformación de la cultura de la violencia. Los centros educativos se convierten en el espacio idóneo para el aprendizaje de los valores democráticos de libertad, justicia, igualdad y equidad”.

Para la profesora Flor Molina, la situación económica que atraviesa el país es determinante, pues muchos jóvenes se debaten entre ingresar a la universidad o trabajar para solventar las necesidades de su familia. “El estudiante ve posibilidades de trabajos inmediatos, oficios no lícitos que le permiten el sustento económico para satisfacer las necesidades del hogar”.

En su opinión, otra de las razones para enfrentar la deserción escolar es fortalecer el proceso de orientación vocacional sobre las opciones académicas y las oportunidades que de acuerdo a  sus condiciones socioeconómicas y familiares satisfaga las expectativas del estudiante.

Por su parte, la socióloga Yvannova Duarte considera que el problema radica en cómo se está manejando la percepción de la educación dentro de la estructura social venezolana.  Anteriormente la educación era la alternativa viable y legítima para poder cambiar de estatus social.  “Ahora tenemos casos de jóvenes que asumen que el trabajo, el esfuerzo o el ahorro logrado por sus padres, los van a mantener a ellos, aún cuando son dos parámetros distintos, son individuos diferentes. En nuestra sociedad ese parámetro se ha distorsionando y el hijo se siente con más poder que el padre e incluso sobre sus bienes. Antiguamente las generaciones tenían bien definido lo que era de la familia y lo individual. Eso se distorsionó y en la actualidad el muchacho cree que tiene más poder, derechos y privilegios en su entorno familiar. Tenemos entonces un problema de familia”.

El segundo elemento, de acuerdo con la socióloga,  es que ya no se ve el sistema educativo como una forma de cambio social, para ellos es igual tener o no riqueza, tener o no conocimiento, tener o no herramientas para cambiar su estilo de vida, prefieren  trabajar por algo rápido e inmediato.
Todas las universidades públicas y privadas estamos pasando por esa disminución en la matrícula cuando en años anteriores se abarrotaban, es el caso de de algunas carreras que son apremiantes para la sociedad como las de educación, las técnicas, las ingenierías y medicina en todos los niveles. Para Duarte esa situación obedece a que el joven quiere un oficio rápido y efectivo, pero no una profesión ni capacitación,  mucho menos formación.  “Esa visión de resolver el día a día es una distorsión de la sociedad, pues no se está enseñando para el esfuerzo, el ahorro, el trabajo,  ni a cumplir metas”.

Si la sociedad no refuerza en las nuevas generaciones elementos del logro, trabajo, esfuerzo, estudio, responsabilidad, honestidad y otras series de valores que se han quedado en el tiempo como los estéticos e higiénicos, indudablemente tendremos una población al azar, que vive del día a día y de su necesidad, que satisface sólo  elementos puntuales: comida, vestido y recreación. Tendremos una generación sin capacitación, formación, herramienta,  aptitudes para el trabajo que se  va a limitar a cumplir con lo necesario, y en consecuencia su producto será deficiente. Vamos a tener una población sin  seguridad social, prestaciones, pensión y jubilación, de allí que tendremos cada vez más jóvenes dedicados a delinquir.

Combatir la deserción en el ámbito universitario

Los académicos infieren que las universidades públicas y privadas del país, principalmente la UPEL como formadora de maestros, tienen la responsabilidad de llevar buenos modelos a las escuelas, en este caso un profesional con valores, que preserve su integridad y la solidaridad.  “Se requiere  sensibilizar al niño, joven y adulto acerca de que la educación es la mejor alternativa para cambiar de estatus social. Quien ingresa a una institución educativa mejora su estilo de vida. Si educamos y rehabilitamos al individuo,  menos problemas dejaremos a la sociedad”.

Para los expertos, la universidad debe enfrentar estos hechos con una campaña comunicacional en la cual incentiven en la sociedad que el progreso de un país es la educación. En el caso de la UPEL pudiera gestionarse la posibilidad de ofrecer nuevas opciones de estudio acordes a las exigencias del país, carreras cortas que le permita al joven incorporarse en menos tiempo al campo laboral.

 Martes, 19 de Mayo de 2015 14:58 | Escrito por Prensa I.P Rubio/Lisanka Acero



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