A
pesar de que el gobierno venezolano ha venido impulsando desde el año
2010 una política de inclusión en el sector universitario, las
instituciones de educación superior públicas experimentan un descenso en
las matrículas de pregrado. Docentes del Instituto Pedagógico Rural
Gervasio Rubio (Rubio-estado Táchira) especialistas en las áreas social,
política, comunitaria y del propio entorno educativo analizan los
factores externos que pudieran estar influyendo en este fenómeno social,
con la finalidad de comprender esa realidad que hoy afecta a todas las
universidades venezolanas.
Para
la politóloga Jenny Moreno, hay una desesperanza aprendida de manera
general en la población, que pudiera intervenir en las expectativas que
el joven tiene sobre su futuro. En el Táchira, por ejemplo, se observa
como un grupo importante de jóvenes prefieren dedicarse al bachaqueo, al
contrabando de extracción de combustible y al mercado ilegal, porque
sus expectativas no se corresponden con la realidad que le ofrece el
Estado venezolano. “Esta forma de vida, lamentablemente le proporciona
liquidez inmediata, a corto plazo, mientras que una carrera
universitaria es una meta a largo plazo”.
Moreno
considera que además de percibir dinero de forma inmediata, esa
desesperanza aprendida también obedece “a que los jóvenes escuchan de
nosotros que la educación es una de las profesiones menos remuneradas y
escogen otras carreras asociadas a la seguridad y defensa, pero no
precisamente para aplicar la ley, sino para obtener algún beneficio
económico extra. La gente quiere tener dinero al otro día y prefiere
vender una pimpina de gasolina para obtenerlo, pero si lo detienen no
sólo va a gastar la plata que hizo ese día, sino probablemente la que
pudiera producir su familia en un año”.
En
opinión de la experta en Ciencias Políticas, en Venezuela ni siquiera
es atractivo para un profesor de cuarto nivel trabajar en la universidad
por la precariedad de sus salarios. El discurso negativo, la manera
fácil de obtener dinero a través del contrabando y la crisis
generalizada de valores en la familia, son factores externos que según
Moreno, motivan la deserción en el ámbito universitario.
Economía informal versus formación académica
Sobre
este tema el profesor Javier Tarazona indicó que ha venido estudiando
el fenómeno de cómo la escuela venezolana pierde terreno frente al
narcotráfico. “El joven universitario observa que si se hace
profesional en cualquier área, termina ganando un sueldo pírrico frente
al ingreso significativo que percibe una persona dedicada a cualquier
oficio de la economía paralela llámese narcotráfico, contrabando,
bachaqueo y microtráfico. Esas personas satisfacen sus necesidades en
corto tiempo, mientras que un educador no”.
Aunque
reconoce que la realidad de las zonas fronterizas es compleja y la
actuación del Estado venezolano es clave para la erradicación de los
conflictos y la violencia, considera que a través de la educación puede
fomentarse la cultura de paz para lograr la transformación que Venezuela
necesita.
“La
educación en y para la paz termina convirtiéndose en el camino que nos
toca transitar y construir a cada uno de los ciudadanos para iniciar esa
ruta de la transformación de la cultura de la violencia. Los centros
educativos se convierten en el espacio idóneo para el aprendizaje de los
valores democráticos de libertad, justicia, igualdad y equidad”.
Para
la profesora Flor Molina, la situación económica que atraviesa el país
es determinante, pues muchos jóvenes se debaten entre ingresar a la
universidad o trabajar para solventar las necesidades de su familia. “El
estudiante ve posibilidades de trabajos inmediatos, oficios no lícitos
que le permiten el sustento económico para satisfacer las necesidades
del hogar”.
En
su opinión, otra de las razones para enfrentar la deserción escolar es
fortalecer el proceso de orientación vocacional sobre las opciones
académicas y las oportunidades que de acuerdo a sus condiciones
socioeconómicas y familiares satisfaga las expectativas del estudiante.
Por
su parte, la socióloga Yvannova Duarte considera que el problema radica
en cómo se está manejando la percepción de la educación dentro de la
estructura social venezolana. Anteriormente la educación era la
alternativa viable y legítima para poder cambiar de estatus social.
“Ahora tenemos casos de jóvenes que asumen que el trabajo, el esfuerzo o
el ahorro logrado por sus padres, los van a mantener a ellos, aún
cuando son dos parámetros distintos, son individuos diferentes. En
nuestra sociedad ese parámetro se ha distorsionando y el hijo se siente
con más poder que el padre e incluso sobre sus bienes. Antiguamente las
generaciones tenían bien definido lo que era de la familia y lo
individual. Eso se distorsionó y en la actualidad el muchacho cree que
tiene más poder, derechos y privilegios en su entorno familiar. Tenemos
entonces un problema de familia”.
El
segundo elemento, de acuerdo con la socióloga, es que ya no se ve el
sistema educativo como una forma de cambio social, para ellos es igual
tener o no riqueza, tener o no conocimiento, tener o no herramientas
para cambiar su estilo de vida, prefieren trabajar por algo rápido e
inmediato.
Todas
las universidades públicas y privadas estamos pasando por esa
disminución en la matrícula cuando en años anteriores se abarrotaban, es
el caso de de algunas carreras que son apremiantes para la sociedad
como las de educación, las técnicas, las ingenierías y medicina en todos
los niveles. Para Duarte esa situación obedece a que el joven quiere un
oficio rápido y efectivo, pero no una profesión ni capacitación, mucho
menos formación. “Esa visión de resolver el día a día es una
distorsión de la sociedad, pues no se está enseñando para el esfuerzo,
el ahorro, el trabajo, ni a cumplir metas”.
Si
la sociedad no refuerza en las nuevas generaciones elementos del logro,
trabajo, esfuerzo, estudio, responsabilidad, honestidad y otras series
de valores que se han quedado en el tiempo como los estéticos e
higiénicos, indudablemente tendremos una población al azar, que vive del
día a día y de su necesidad, que satisface sólo elementos puntuales:
comida, vestido y recreación. Tendremos una generación sin capacitación,
formación, herramienta, aptitudes para el trabajo que se va a limitar
a cumplir con lo necesario, y en consecuencia su producto será
deficiente. Vamos a tener una población sin seguridad social,
prestaciones, pensión y jubilación, de allí que tendremos cada vez más
jóvenes dedicados a delinquir.
Combatir la deserción en el ámbito universitario
Los
académicos infieren que las universidades públicas y privadas del país,
principalmente la UPEL como formadora de maestros, tienen la
responsabilidad de llevar buenos modelos a las escuelas, en este caso un
profesional con valores, que preserve su integridad y la solidaridad.
“Se requiere sensibilizar al niño, joven y adulto acerca de que la
educación es la mejor alternativa para cambiar de estatus social. Quien
ingresa a una institución educativa mejora su estilo de vida. Si
educamos y rehabilitamos al individuo, menos problemas dejaremos a la
sociedad”.
Para
los expertos, la universidad debe enfrentar estos hechos con una
campaña comunicacional en la cual incentiven en la sociedad que el
progreso de un país es la educación. En el caso de la UPEL pudiera
gestionarse la posibilidad de ofrecer nuevas opciones de estudio acordes
a las exigencias del país, carreras cortas que le permita al joven
incorporarse en menos tiempo al campo laboral.
Martes, 19 de Mayo de 2015 14:58 | Escrito por Prensa I.P Rubio/Lisanka Acero